Murió Fidel, personaje entre personajes
A Fidel no es necesario buscarlo como personaje para encontrarlo en mil facetas y anécdotas irrepetibles que han dado que hablar a troche y moche durante nada menos que 9 décadas.
Justificaría la vida entera de un personaje notable su toma del poder en Cuba, al mando de unas decenas de guerrilleros, echando a patadas de la isla al burdo dictador Fulgencio Batista.
Pero Fidel no es conocido del gran público solo por eso.
También lo es por los puros enormes que se fumaba hasta que su médico personal le dijo que parara el carro, que tenía los pulmones ardiendo y urgía apagarlos.
Ni siquiera eso, que podría haber sido tomado como una debilidad por los incondicionales admiradores de la Revolución, pudo con él.
Su imagen salió muy favorecida del intento de invasión en Bahía de Cochinos por parte del imperialismo rabioso que, después de ver que no tenía la menor intención de arreglar sus relaciones con el Imperio, decidió quitárselo de encima fuera como fuera.
¿Pudo con él su fama de libertino y mujeriego que se pasaba por la piedra todo lo que se movía, si hemos de hacer caso a algunos de los que habían vivido de cerca algunas de sus intimidades? No, lejos de ello, fue un mérito más que añadir a su vida y su leyenda cada día más amplia.
La vida privada del comandante fue también objeto de admiración hacia el célebre comandante, al que le colgaron aquella canción que cantaba medio mundo: – Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él…
El pueblo cubano, tan mitómano y aficionado a las leyendas, se impresionaba contándose unos a otros historias sobre su legendaria potencia sexual, hasta bien entrados los 90 y a pesar de su ancianidad.
También fueron legendarios sus maratoniamos y desafiantes discursos que tuvieron en jaque a todos los presidentes del mundo, incluido el general Eisenhower.
Según dejó escrito su hermana Juanita, Fidel era un hombre de gustos caros, whiskis y vinos mayormente, por no hablar de los puros anteriormente citados, y al mismo tiempo se aseguraba que poseía unas cuantas mansiones, diversas posesiones y fincas, a lo largo y ancho del país.
Que era muy aficionado a la caza y al submarinismo.
García Márquez contó asombrado algunas de sus célebres comilonas.
Porque Castro no se libró de que sus antiguos guardaespaldas, suegras o personas que se consideraban perjudicadas por su trato, escribieran libros, como la hermana Juanita, denunciando sus excesos y su vida de lujo.
Pero esto no viene a raíz de alcanzar la presidencia vitalicia de Cuba, sino de antes del año 59, de sus tiempos de revolucionario y guerrillero, cuando sus aventuras amorosas empezaron a ser conocidas.
Sus detractores le han colgado de su bragueta numerosas mujeres y un buen número de hijos.
Al abrirse la veda con su fallecimiento, el mundo no se va a librar de la inundación de biografías de Castro durante los próximos años.
¿Tuvo Fidel Castro una isla privada? Cayo Piedra fue su paraíso y lo visitaron algunos de sus célebres amigos, de nuevo sale en esta historia García Márquez, entre otros famosos, incluyendo magnates de los medios de comunicación.
¿Cuántas veces lo intentaron asesinar los gringos, los cubanos exiliados o las enfermedades? Ni se sabe, pero eso también hizo crecer su mito.
Fidel Castro se perpetuó en el poder y como es lógico el mito de Guevara, incluso el de Camilo Cienfuegos, compañeros de revolución, se lo han comido a este viejo cascarrabias que siempre justificó sus excesos con la letanía del embargo gringo a Cuba.
Traspasó su poder, como un reyezuelo africano o un dictador español, a dedo, a un personaje que no tenía mayor mérito que su legendaria crueldad o el de ser su hermano de sangre.
¿Dios o demonio? Revolucionario, actor, personaje excesivo, hipnotizador de masas, protector de la cultura y de la salud de sus compatriotas, a Fidel le cuadraban mil y un adjetivos en vida.
Ahora que ha muerto, le cuelgan todos los sambenitos del mundo.
Lo que no se puede negar es que ha estado durante décadas levantando pasiones, en boca de todos.
También es cierto que millones de personas se habían cansado de oír hablar de él, de sus sobreactuados discursos e incluso de que durante los últimos años sus apariciones públicas fueran tan escasas, o de que estuviera ahí, mandando, aunque no como en décadas anteriores, con un micrófono pegado a su nariz.
En paz descanse Fidel Castro, personaje de personajes.
Redacción: Juan Osés
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